Además del ahorro económico, limitar el uso de antibióticos en infecciones respiratorias y diarreicas ayudaría a combatir la resistencia antimicrobiana (RAM). Actualmente la RAM es una de las mayores amenazas para el desarrollo y la salud en el mundo, por lo que urgen medidas de atención.
La Resistencia Antimicrobiana es un fenómeno natural pero impulsada por el uso inadecuado y excesivo de antimicrobianos dentro y fuera de los hospitales. A ello se suma el control inadecuado de las Infecciones Asociadas a la Atención de la Salud (IAAS).
Impactaría directamente en un ahorro de costos millonarios para el sistema de salud
Es claro que en consulta externa las infecciones respiratorias y diarreicas son las causas más frecuentes de prescripción injustificada de antibióticos. Establecer una política institucional que limite la prescripción de antibióticos para estas patologías impactaría directamente en un ahorro de costos millonarios para el sistema de salud.
Así lo declaró el Dr. Samuel Ponce de León, director del Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes (PUIREE) perteneciente a la UNAM.
Los profesionales del cuidado de la salud pueden contribuir -sin quererlo- de distintas maneras al desarrollo de resistencias antimicrobianas. Por ejemplo, al prescribir antibióticos de amplio espectro de manera innecesaria, o al mantener tratamientos con antibióticos cuando ya no hacen falta.
El Dr. Ponce de León subraya que tendría que establecerse una política general institucional de control y vigilancia de antibióticos en el primer nivel de atención; si esto se hace, “podríamos lograr un impacto considerable sobre la presión de selección de antibióticos y sobre los costos de los tratamientos médicos”, aseguró en la III edición del Foro El desafío de las infecciones intrahospitalarias organizado por Hospitales sin Infecciones.
El sector salud reporta 25 millones de episodios de estas infecciones, “podemos asumir que es el doble”, refiere el Dr. Samuel Ponce de León. “Son 50 millones de esquemas de tratamiento indicados que tendrían que suspenderse en su mayoría. Sólo así bajaríamos muchísimo el impacto de los antibióticos sobre los pacientes y el medio ambiente. Estamos tirando el dinero en algo que no requerimos con consecuencias muy graves”, declaró el doctor, quien es precursor, distinguido especialista y premio al Mérito Médico por su trayectoria en enfermedades infecciosas.
El reto en los hospitales
“El problema es extraordinariamente grave. Por ejemplo, los niveles de resistencia que tenemos a cefalosporina de tercera y cuarta generación, que han sido los caballos de batalla a lo largo de los últimos años, ya andan por el 80%. Por ello no podemos seguir trabajando con los mismos esquemas, cada hospital debe reconsiderar sus esquemas de profilaxis”.
En cuanto a las infecciones dentro de los hospitales, la Red PUCRA que coordina el Dr. Ponce de León con el PUIREE, ha encontrado diversas bacterias. Se destacan el Acinetobacter baumannii o Klebsiella pneumoniae que son extremadamente resistentes, e incluso algunas que son prácticamente imposibles de tratar.
Desgraciadamente, las acciones de combate a la resistencia de los antibióticos en la población son todavía escasas. “Por más de 20 años hemos estado hablando sobre los programas de optimización de uso de antimicrobianos (Antimicrobial Stewardship). Hemos publicado decenas de miles de artículos y no hemos sido muy exitosos”, dijo uno de los fundadores de la Red Hospitalaria de Vigilancia Epidemiológica, RHOVE.
De acuerdo con el Dr. Samuel Ponce de León, cada hospital es responsable de mantener las mejores prácticas en el uso de antibióticos. Sin embargo, el Estado es quien provee las políticas públicas adecuadas para lograrlo.
Para poder generar una respuesta adecuada a la resistencia bacteriana, se necesita primero entender el alcance del problema. Para ello, se necesitan tres sistemas de vigilancia: sobre la incidencia de las Infecciones Asociadas a la Atención de la Salud (IAAS); sobre el consumo de antibióticos; y sobre la Resistencia a los Antimicrobianos (RAM).
Trabajamos a ciegas
“En el caso de consumo de antibióticos, nadie nos dice dónde estamos. Tendríamos que saber los registros de consumo a nivel nacional, regional y a nivel instituciones. Y eso no lo tenemos”, comenta el Dr. Ponce de León. Sobre la vigilancia epidemiológica de la RAM en México, el especialista menciona que “obtener información un poco de la nada ha sido un desafío. Crear una Red con el esfuerzo de una institución académica como la Universidad Autónoma de Nuevo León o la UNAM ha sido muy complicado.
Por un lado, la Red Temática de Investigación y Vigilancia de la Farmacorresistencia (InViFaR), constituida por laboratorios, hospitales, Centros de investigación y universidades de México de las áreas de Microbiología clínica, Infectología, Biología Molecular y Epidemiología liderada en su mayor parte por la Dra. Elvira Garza González, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y referencia nacional en el estudio de las Infecciones Asociadas a la Atención de la Salud (IAAS).
Y por otro lado el Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes (PUIREE) perteneciente a la UNAM, que coordina la Red PUCRA
“Las IAAS no las vemos porque no las reportamos y aunque no estén registradas en el sistema de reporte nacional, los pacientes se están muriendo. Si cuantificáramos y reportáramos las muertes reales por IAAS, se ubicarían entre la segunda y cuarta causa de muerte en el país, ese es el tamaño del problema que tenemos”, advirtió el Dr. Samuel Ponce de León.
Necesidad de vigilancia y transparencia
En el panel “Transparencia y vigilancia en torno a las IAAS y la resistencia antimicrobiana en México” la Dra. Anahí Dreser, experta en la implementación de Programas de Optimización de Antimicrobianos (PROA) en hospitales, comentó “Los sistemas de vigilancia sirven para que alguien tome decisiones. Ya sea a nivel autoridad (política pública), o a nivel clínico (prescriptor) y es información que no se está transmitiendo”.
Los doctores recordaron la máxima en calidad de atención: lo que no se mide, no se puede mejorar.