Columna invitada escrita por el Dr. Luis Antonio Gorordo Delsol
@ChatoGorordo – luis.gorordodelsol@icloud.com
En el complejo escenario del comercio internacional, las medidas arancelarias de Estados Unidos hacia México no solo afectarían a la economía y el flujo comercial, sino que también podrían tener repercusiones significativas en la salud pública mexicana. A medida que las barreras comerciales encarecen insumos esenciales, desde medicamentos hasta alimentos básicos, el bienestar de la población queda en riesgo, en especial para los sectores más vulnerables.
México importa una gran cantidad de insumos médicos y farmacéuticos, muchos de los cuales provienen de EE.UU. o de cadenas de suministro integradas con este país, según datos de la Secretaría de Economía de 2023, el intercambio comercial total de productos farmacéuticos en México fue de $10,050 MDD. Aranceles más altos sobre estos productos encarecen su precio final, dificultando el acceso a medicamentos esenciales y tecnologías médicas avanzadas. En un sistema de salud que ya enfrenta retos de abasto y financiamiento, esta situación podría agravar la crisis de disponibilidad de tratamientos para enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión, que afectan a millones de mexicanos.
Aumento de costos, el principal enemigo
Además, el encarecimiento de dispositivos médicos, reactivos de laboratorio y material quirúrgico, así como la dificultad para adquirir refacciones, podría traducirse en mayores costos para los hospitales públicos y privados, reduciendo la capacidad de atención y afectando la calidad del servicio. Para un sistema que ha experimentado cambios estructurales en los últimos sexenios —como la transición del Seguro Popular al INSABI y posteriormente al IMSS-Bienestar— estas presiones adicionales pueden debilitar aún más la capacidad de respuesta del sistema sanitario.
Otro punto crítico es el impacto en la alimentación. México depende en gran medida de importaciones agrícolas y de productos procesados de EE.UU., incluyendo granos como maíz y trigo, que son la base de la dieta nacional. Los aranceles podrían encarecer estos insumos, elevando los costos de producción de alimentos básicos como tortillas y pan. Esto impactaría directamente en la población de menores ingresos, que destina una gran parte de sus recursos a la compra de alimentos.
Malnutrición, el riesgo de los aranceles
El aumento en los precios de productos nutritivos podría agravar la doble carga de la malnutrición en México: por un lado, la inseguridad alimentaria que sigue afectando a comunidades marginadas, y por otro, el creciente problema de obesidad y enfermedades relacionadas con una alimentación basada en productos ultraprocesados más accesibles económicamente que alimentos frescos.
El impacto económico de los aranceles también podría afectar el empleo en sectores estratégicos como la manufactura y la agroindustria, generando inestabilidad laboral para miles de trabajadores. La pérdida de empleos o la reducción de ingresos en estos sectores podría reducir la capacidad de muchas familias para costear servicios médicos privados o complementar su acceso a la salud con medicamentos fuera del cuadro básico del sector público.
Menos recaudación, menos recursos disponibles
Además, el menor dinamismo económico podría limitar la recaudación fiscal, afectando los recursos disponibles para la inversión en infraestructura y servicios de salud. Esto es particularmente preocupante en un momento en que el sistema de salud mexicano enfrenta retos financieros y operativos secuelas de la pandemia y derivados de la transición a nuevos modelos de atención.
Los aranceles no son solo una cuestión comercial, sino que tienen efectos directos sobre la salud de la población mexicana. El encarecimiento de medicamentos, insumos médicos y alimentos básicos puede agravar problemas estructurales en el sistema de salud y la seguridad alimentaria. En este contexto, México necesita estrategias que minimicen estos impactos, como la diversificación de proveedores de insumos médicos y agrícolas, el fortalecimiento de la producción nacional y la optimización del gasto en salud. Más allá de los cálculos macroeconómicos, lo que está en juego es el bienestar de millones de mexicanos.